Las palabrotas, para mi madre, no son los exabruptos que se echan por la boca sin sentido. Según su propia definición son aquellas que pronuncian expertos y que para ella no entiende pero que escucha interesada y trata de comprender para incorporar a su vocabulario.
Eso, entonces, es lo que es transgeneracional. Un término que empieza a introducirse en el vocabulario de especialistas de la Edad, especialmente de las personas mayores.
Con él se trata de explicar que vivimos en una sociedad en la que no debería, al menos, existir una diferencia entre jóvenes, adultos y aquellos que tienen más de 65 años, más allá de la propia. Es decir, que los derechos deberían ser iguales y se debería trabajar de favorecer el intercambio entre ciudadanos y ciudadanas de diferentes generaciones.
Seguramente tengáis la suerte de haber compartido gran parte de vuestro tiempo con los abuelos, e incluso conocido a los bisabuelos, y que seguramente los padres sean algo más lejano por razones de trabajo, pero que también están presentes, o que tengáis la fortuna (como mi sobrino) de tener una tía joven que os acerque a la generación de los noventa (entiéndase la ironía). Eso es transgeneracionalidad. Convivir con personas de 17, 44, 67, 83, con total tranquilidad, reír y llorar juntos. Pero, ¿teniendo los mismos derechos?
Realmente no. El ejemplo se vivió en la pandemia. Si una persona mayor que vivía en una residencia se ponía enferma no recibía los cuidados sanitarios pertinentes porque, y según una presidenta de comunidad autónoma: “iban a morir igual”. Mientras que una persona joven nunca habría perecido sin ser visto por un médico y con dignidad.
Así funciona el sistema mientras esas relaciones familiares no se lleven a la Política con mayúscula. Hasta que los jóvenes, y no tan jóvenes (porque el que habla del geriátrico al aire libre y la de los morideros ya son cincuentones) y parece que viven aislados en una burbuja a la que no les toca una persona mayor de cerca ni con un palo.
Por eso queridos lectores: pensad en vuestros abuelos y abuelas. En quienes os han abrazado y abrazan y ya que tendréis la oportunidad de luchar para que los derechos sean reales. No porque lo merezcan sino porque se lo han trabajado y son adquiridos. Sino porque son ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho, como vosotros. Porque como jóvenes por esa regla de tres no habéis trabajado y ni ganado un céntimo para pagar los estudios que recibís, o adquirir la atención médica que tenéis y por vivir en un Estado de Bienestar la tenéis. Así debe ser, y lucharemos y debemos seguir luchando porque así sea, gratuita y pública. Y por ello, los mayores no deben ser excluidos de ella. Por y para todos. Dignidad, justicia y un poquito de corazón, por favor.