Almudena Álvarez
Fotos y texto
Aroa Merino y Mónica Dios estudian Fabricación Mecánica en el IES Trinidad Arroyo de Palencia y están acostumbradas a ser las únicas chicas en una clase llena de chicos. Porque en pleno siglo XXI sigue habiendo estudios y profesiones masculinizados y feminizados, y aunque los tiempos estén cambiando todavía quedan muchos mitos por desmontar para conseguir que las profesiones, y antes los estudios, dejen de tener sexo.



Ana María Rodríguez es profesora de Organización y Proyectos de Fabricación Mecánica dentro del Grado Superior, el que cursa Aroa Merino, y asegura que en más de dos décadas impartiendo clases en Formación Profesional, en Guardo y en Palencia, puede contar con los dedos de las manos las chicas que han pasado por sus aulas. “Hay cursos en los que no hay ninguna, en otros una y como mucho dos”, afirma esta profesora.
En el grado de Peluquería, sin embargo, este curso han conseguido un ‘fitty-fifty’, que haya el mismo número de chicos que de chicas. “Cuando yo empecé a estudiar era el único chico en una clase de 30 chicas. Esto ha cambiado mucho, ya no hay tantos tabúes, ni tantos mitos”, asegura el profesor Octavio Tejera que lleva once años formando a futuros peluqueros y peluqueras y ha visto los cambios en una profesión que estaba muy feminizada cuando él empezó, hace más de dos décadas.
Cuando yo empecé a estudiar era el único chico en una clase de 30 chicas. Esto ha cambiado mucho, ya no hay tantos tabúes, ni tantos mitos”, asegura el profesor Octavio Tejera que lleva once años formando a futuros peluqueros y
octavio tejera
peluqueras y ha visto los cambios en una profesión que estaba muy feminizada cuando él empezó, hace más de dos décadas.
Dicen alumnos y profesores que lo importante es estudiar lo que te gusta para trabajar en lo que te gusta, pero la realidad sigue demostrando que hay unos estudios más masculinos que otros, y a la inversa, y que sigue existiendo mucho desconocimiento en algunas familias profesionales de Formación Profesional.

Aroa Merino ha terminado el Grado Medio de Fabricación Mecánica y ahora está en el primer curso del Grado Superior, aprendiendo a hacer planos, interpretarlos, hacer piezas, usar los programas de control numérico y en definitiva adquiriendo los conocimientos y las herramientas para trabajar en una empresa que se dedique a la fabricación mecánica. “Vine a ciegas. Cuando salí de la ESO no tenía claro que hacer”, reconoce esta joven de 20 años. Fue su hermano quien le recomendó estudiar Mecanizado porque había estado trabajando en una empresa con fresadoras y había visto que esta rama tenía muchas salidas profesionales. En su entorno, la decisión sonaba extraña y complicada. “Mucha gente piensa que Mecanizado es lo mismo que Mecánica y lo relacionan con arreglar coches. Mis amigas pensaban que quería ser mecánica de coches y me decían que eso era muy complicado”, explica Aroa, que, a pesar de todo, decidió probar y comprobar si esto era lo suyo, porque siempre se le habían dado muy bien las matemáticas y en esto “hay que ser muy bueno en mates”. El tiempo le ha dado la razón.
“Estoy encantada, estoy supe contenta”, afirma. Además sabe que “hay mucho trabajo en este sector”, que las empresas se rifan a estos profesionales así que tiene muchas posibilidades de trabajar en lo que le gustaría, “con ordenadores, haciendo planos”, afirma. “Estoy punteando la pieza para taladrarla”, explica Mónica Dios, alumna de Grado Medio de Mecanizado. Ella también es la única chica de clase, el resto, otros 15, son chicos. Tenía una compañera que lo tuvo que dejar cuando tuvo un hijo por la imposibilidad de conciliar los estudios con la maternidad.
“Las mujeres seguimos siendo minoría. Creo que en Secundaria hay desinformación, a las chicas no se nos explica en qué consisten este tipo de módulos”, asegura. “Todavía hay roles, en el instituto a las chicas nos hablan de peluquería y estética y a los chicos de mecánica. Aun no hemos evolucionado mucho”, continúa. Lo sigue viendo en su entorno. “Mis amigas se sorprenden cuando les digo lo que hago, pero hay alguna incluso que me dice que de haberlo sabido, habría probado y no habría hecho el grado de Peluquería”, asegura esta joven. Ella busca en la Formación Profesional un salida laboral estable después de probar en muchos trabajos temporales. “Esto va a ser el futuro”, afirma, consciente de que la estabilidad laboral pasa por la cualificación y que esa cualificación profesional es la puerta para hacer lo que te gusta, independientemente de que seas hombre o mujer. “Hay que abrir el abanico del Mecanizado a las mujeres. Somos más pulcras, cuidadosas y más precisas”, sostiene. Por eso considera que hay que informar a las estudiantes de la ESO, decirles que hay todo un mundo en este tipo de formación, mucho futuro profesional y que los puestos de trabajo están adaptados a los hombres y las mujeres, aunque siga habiendo muchas cosas por cambiar y mejorar.
“Se
ANA MARÍA MERINO
sigue pensando que los estudiantes
que no valen tienen que ir a FP.
Sigue existiendo ese
estigma”
También hay que romper el mito de que la Formación Profesional es para los estudiantes que “no sirven” para hacer una carrera universitaria, apunta la profesora Ana María Merino. “Se sigue pensando que los estudiantes que no valen tienen que ir a FP. Sigue existiendo ese estigma”, lamenta la profesora. Y ya hablar de mujeres en profesiones de hombres es otro cantar. Eso no ha cambiado mucho desde que ella empezó a trabajar, hace 20 años. Entonces impartía un ciclo de Mantenimiento en Guardo y había muy pocas mujeres en el sector. “En una visita a una empresa nos dijeron que había pocas mujeres en el sector y que era una pena, porque las mujeres somos más cuidadosas y estábamos bien preparadas para este tipo de trabajo”, afirma.
Lo que si hay, dice, es mucho desconocimiento de lo que es la FP y, más aun, de ciclos como fabricación mecánica o mecatrónica. Y eso que el futuro profesional está garantizado, porque las empresas del entorno necesitan el triple de los alumnos que titulan. “Todos los años vienen empresas en busca de alumnos y siempre nos piden más. Hay una demanda enorme y faltan alumnos, chicos y chicas”, continúa.

“En los trabajos no debería haber género. Cada uno tiene que hacer lo que le gusta”, sostiene Jorge Marcos, que está haciendo un módulo de Peluquería y quiere especializarse en barbería.
“Me gusta muchísimo la peluquería, la estética y el maquillaje”, añade Javier Porro, que también estudia peluquería y se sorprende porque por fin en clase son el mismo número de chicos que de chicas porque el año pasado cuando estudió estética él era el único alumno. “Es poco habitual ver a maquilladores”, reconoce. Y eso que su compañero de tijeras, Alejandro Zúñiga, es maquillador y ahora quiere complementar el maquillaje con la peluquería. Alejandro asegura que todavía hay que romper muchos mitos y que, aunque en los últimos años se estén abriendo muchas puertas a los chicos, las profesiones de belleza siguen estando
muy orientadas a las mujeres, y el mercado “está muy femenino”. Queda además otra asignatura pendiente, asegura, romper con el estigma de que la peluquería es solo para gays o para mujeres heterosexuales. “Hay que saber que son profesiones para todo tipo de personas y orientaciones, porque lo importante son las capacidades de cada persona y el trabajo que hacen, indistintamente del sexo que tengan”, sostiene.