Almudena Álvarez
Palencia (fotos y texto)
La leonesa Sandra Ámez estrena su segundo mandato al frente del Consejo de la Juventud de Castilla y León coincidiendo con la celebración del Año Europeo de la Juventud este 2022. Una oportunidad que esta joven titulada en Educación Social y especialista en Estudios de Género y Políticas de Igualdad, se ha propuesto aprovechar para colocar a los jóvenes en el foco de todas las políticas públicas porque “los jóvenes no somos el futuro, los jóvenes somos el presente”, afirma.

Considera que es necesario poner a los jóvenes en el centro para que puedan quedarse en Castilla y León y construir su futuro en esta Comunidad. “Si queremos que los jóvenes se queden y no se vean obligados a emigrar, hay que atender sus necesidades, aquí y ahora, y no mañana, cuando ya estén en otra comunidad o en otro país”, señala.
Una defensa que articulará aprovechando el altavoz que ofrece el Consejo de la Juventud ante la administración y las instituciones, convencida del valor que tiene este órgano, “la única herramienta que tienen los jóvenes de Castilla y León para trasladar sus demandas” gracias a un modelo plural que unifica las voces de todos y es todo un ejemplo de debate y consenso que bien podría extrapolarse a otros muchos ámbitos de la sociedad.
La metáfora que utiliza su presidenta es clara cuando dice que el Consejo es “como una araña con hilos en todo el tejido asociativo y en todos los niveles” que cosen una enorme red formada por 49 entidades políticas, sindicales, socioeducativas, estudiantiles que en el Año Europeo de la Juventud quiere ser más visible que nunca.
“Nuestro principal caballo de batalla este año será que se tenga en cuenta a los jóvenes en todas las políticas”, insiste Ámez. Y cuando habla de todas, se refiere a “todas” porque la juventud es “trasversal” y tiene muchas demandas en educación, vivienda, empleo, transición ecológica, igualdad de oportunidades, y muchos problemas, algunos viejos y otros que han asomado tras la pandemia como la salud mental. “Toda la inestabilidad que hemos vivido ha hecho aflorar muchos problemas de salud mental entre los jóvenes”, afirma Ámez. De hecho, asegura que los jóvenes son el colectivo de población que más sufre problemas de salud mental, como depresión o ansiedad, e incluso el suicidio, problemas se han incrementado a raíz de la pandemia y que es necesario “ver” para poderlos afrontar.
Pero lo cierto es que “cuesta mucho ver a los jóvenes en Castilla y León”, afirma. Quizá porque son pocos, apunta. Solo el 12,5% de la población en Castilla y León tiene entre 14 y 29 años. Una cifra que se desploma al 5% en la franja de edad que va entre los 30 y los 34 años porque “más de la mitad de los jóvenes se van”, como revelan los datos del observatorio de la emancipación que el Consejo elabora cada seis meses.
En este escenario, la elección es evidente: “hay que atender las necesidades de ese 13% para que no se vayan al cumplir los 30”, asegura Ámez, que ve como un enorme error para la Comunidad la incapacidad que existe para ver a los jóvenes, un colectivo secundario que ocupa muy pocos minutos en el debate político, a pesar de que “el futuro de Castilla y León depende de la gente joven”, insiste.
Por eso es tan importante poner al colectivo joven en el centro y dar respuesta a sus necesidades. La principal, el empleo, “el ombligo sobre el que gira todo”, ya que solo un empleo estable hace posible la emancipación, la vivienda o la familia, algo que “ni siquiera tenemos en la cabeza porque no nos dan los números”. El salario medio de un joven en Castilla y León fue de 10.634 euros al año en 2020 y el 93% de los contratos firmados en 2020 fueron temporales. Además hay que destinar un 63% del salario a la vivienda en alquiler, porque la compra también es inviable si no hay un empleo estable. Con esto está todo dicho: la precariedad laboral dificulta la emancipación y los jóvenes se ven obligados a seguir en la casa de sus padres o a compartir piso porque no les queda otra.
“No es que nos guste seguir viviendo con nuestros padres, es que no tenemos capacidad para poder emanciparnos, porque nuestros contratos a tiempo parcial o por horas no nos dan estabilidad para acceder a una vivienda”, insiste Ámez.
La situación empeora si además de ser joven, te ha tocado ser mujer, vivir en el medio rural y tener alguna discapacidad, condiciones que van sumando trabas a las dificultades del colectivo. “Las mujeres jóvenes tienen una situación más precaria que los hombres”, afirma Ámez que lamenta que no se haya avanzado tanto como parece y que aún falte mucho por hacer para equiparar a las mujeres jóvenes con los hombres jóvenes en todo lo relativo a empleo, vivienda, educación, igualdad de oportunidades”, añade esta joven.
Sobre estos pilares, Sandra Ámez afronta un nuevo mandato al frente del Consejo de la Juventud con una mochila cargada con la experiencia adquirida en sus dos años al frente de este órgano, lo mucho que ha aprendido sobre el funcionamiento del tejido asociativo de Castilla y León, uno de los más potentes a nivel nacional, y la confirmación de que “los jóvenes nos movilizamos para defender nuestros derechos y mejorar nuestras oportunidades”.
Por eso, confiesa que le gustaría acabar con el estigma que sobrevuela sobre el colectivo, al que se vio como “irresponsable” durante la pandemia, al que se “culpa” de los problemas estructurales que se han repetido generación tras generación, y demostrar que “no es culpa nuestra que no podamos emanciparnos”, que no es cierto que los jóvenes no quieran estudiar o trabajar.
“Nosotros también tuvimos muchos problemas durante la pandemia, los jóvenes estamos aquí, tenemos problemas y queremos solucionarlos para tener un futuro”, reivindica Ámez poniendo voz a miles de jóvenes que, como ella, luchan por hacerse un hueco en su tierra, una tierra que no les expulse y atienda necesidades y oportunidades para que deje de ser “más caro hacerse mayor que ser abuelo”.