Los doctores del Grupo de investigación: Social Inclusion and Quality of Life (SIQoL) de la Universidad de Burgos Silvia Ubillos Landa y José Luis González Castro han concluido el segundo informe del Estudio Psicosocial del Covid-19, que realiza la institución académica burgalesa, para conocer el impacto psicosocial de la situación de emergencia y aislamiento de la pandemia.
Estos profesores de la UBU, que han contado con la colaboración de la investigadoras del Área de Psicología Social Alicia Puente Martínez y Marcela Gracia Leiva, centraron este segundo informe en tres cuestiones.
1. ¿Cuáles son los efectos psicosociales que el aislamiento y el COVID-19 producen sobre el bienestar y la salud mental en las personas?
2. ¿Qué grupos tienen mayor riesgo de experimentar efectos adversos en la salud y el bienestar a causa del distanciamiento social y situación de aislamiento?
3. ¿Cómo afecta la situación de aislamiento e incertidumbre generada por el COVID-19 en las expectativas y visión de futuro de las personas?
Según las conclusiones de este estudio, llevado a cabo durante la primera semana del confinamiento, las personas que han participado en el estudio presentaban un estado de bienestar elevado, incluso mejor que el encontrado, en el año 2013, en una muestra de 990 españoles, después de cinco años de una de las mayores recesiones económicas de las últimas décadas(Hervás y Vázquez, 2013). El tipo de bienestar que más destacaba entre los participantes era el eudaimónico, es decir, el relacionado con la satisfacción de necesidades psicológicas como son el desarrollo y crecimiento personal óptimo. Sin embargo, el bienestar social es el que presentaba las menores puntuaciones. Este resultado se podría explicar por el distanciamiento social.
La situación de confinamiento redujo significativamente la posibilidad de tener interacciones sociales y contacto con los demás.
En general, las mujeres, los jóvenes o las personas que conocían alguien afectado por el COVID-19 eran quienes presentaban un peor estado de bienestar hedónico, eudaimónico y social.
Las personas presentaban niveles moderados y muy similares de afectividad positiva y negativa. La coexistencia de ambos tipos de emociones (deprimido, inquieto, alegre) indica una cierta atonía emocional, es decir, reflejaba una incapacidad para procesar emocionalmente, en los primeros momentos del confinamiento, la situación provocada por la COVID-19.
Las personas destacaron que estaban contentas por poder contar con amigos. En situaciones de incertidumbre como la provocada por la COVID-19, el apoyo social emocional es uno de los recursos fundamentales para enfrentarse a la preocupación y miedo ante las consecuencias adversas que pudiera producir el virus.
Las mujeres, los jóvenes y las personas que conocen a alguien que ha contraído COVID19 son quienes mostraban un peor estado de ánimo. Estas personas son quienes informaron que tenían menos energía y se sentían menos seguras o confiadas en su futuro o porvenir. Al mismo tiempo que se sentían más molestas con la situación, solas o distantes de la gente, preocupadas e inquietas, infelices o deprimidas, cansadas o aburridas, con miedo y ganas de llorar.
Las personas con alguna enfermedad de riesgo son quienes se sienten más molestas y cansadas y con más miedo por lo que pudiera suceder, pero a su vez, son las que se muestran más contentas por tener amigos.
En general los participantes presentaban un buen estado de salud mental. Sin embargo, un 40,3% de las personas mostraron riesgo de mala salud mental en los primeros momentos del confinamiento. Este porcentaje es bastante más elevado que los encontrados en Encuestas Nacionales de Salud Españolas, donde un 21,3% de la población en el año 2006, un 20.4% en el año 2011, y un 18% en el año 2017 presentaba puntuaciones indicativas de riesgo de mala salud mental (Instituto Carlos III. Ministerio de Economía y Competitividad. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2012, 2017).
Las mujeres, los jóvenes y las personas que conocían alguien con COVID-19 son quienes presentaban peor salud mental. Un 44,8% de las mujeres presentaba puntuaciones que indicaban riesgo de mala salud mental, porcentaje que subía hasta un 50,5% en el caso de los jóvenes y a un 48,6% en el de las personas que conocían a alguien con el virus.
En un primer momento de aislamiento y alerta sanitaria, las personas eran relativamente optimistas ante el futuro, manteniendo una visión esperanzadora sobre la situación de incertidumbre.
Las mujeres y los jóvenes son quienes mostraban una peor expectativa de futuro. Estas personas son las que vislumbraban un futuro más desalentador.
En este estudio han participado 1.200 personas, de las cuales 897 son muyeres, un 73,5; y 326 hombres, un 26,5 por ciento; en edades comprendidas entre los 18 y más de 51 años, procedentes de Castilla y León y de otras comunidades.